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Gabriel Over the White House - William Axt

Historia de un de un salvador de la patria, ¡Aleluya!

Por: Lamberto del Álamo

En 1933, Hitler subió al poder, aupado por casi la mitad de los votantes alemanes. Ese mismo año el director estadounidense Gregory La Cava, especializado en comedias satíricas, estrenó una película titulada Gabriel Over the White House. Hay que aclarar que Gabriel es el Arcángel Gabriel, pero que no es el protagonista. El protagonista es un político llamado Judson Hammond, que se convierte en presidente de los EE.UU., sin la mínima intención de hacer nada por los millones de conciudadanos que se han empobrecido a causa de la Gran Depresión.

Pero, tras un accidente de coche que le deja en coma, Hammond, inspirado por el Arcángel e imbuido por el altruista espíritu de Abraham Lincoln, se transforma en el salvador de la patria, en contra de los miembros tanto de su partido como del Congreso. Convertido ya en un dictador, destituye a sus ministros, militariza a millones de trabajadores para librarles de la hambruna, acaba con comercio ilegal de alcohol fusilando a los capos de la mafia y obliga a pagar la deuda de guerra a los europeos, bajo amenaza de aniquilación. Finalmente impone un orden mundial que garantiza la supremacía de EE.UU., tras lo cual sufre un infarto y muere.

La película no es propiamente una sátira. De hecho aparece clasificada como un drama. Tampoco se observa ironía; más bien es una especie de fábula naíf con un trasfondo ciertamente inquietante que parece responder al deseo de buena parte de los estadounidenses de entonces, que anhelaban que alguien pusiera orden, les diera trabajo y mejorara sus vidas.

William Axt (compositor de varias películas de Tarzán) “blanquea” al implacable dictador con unas pinceladas musicales que contienen estudiados ingredientes. Tras el rugido del león de la Metro, vienen los títulos de crédito con citas del himno nacional, marchas militares y apuntes de otro himno (este religioso). Pero la música que terminará asociándose a J. Hammond es el célebre Glory, Glory, Hallelujah, un canto con fuerte carga simbólica para el pueblo estadounidense.

Conocido como Battle Hymn of the Republic y también como Mine Eyes Have Seen the Glory fue escrito por la escritora abolicionista Julia Ward Howe, de ahí su innegable carga de lucha por la libertad. Pero este himno no es enteramente una canción de autor, ya que está basada en una melodía preexistente que entonada en ambientes variopintos, desde el ejército hasta las iglesias evangelistas. Así que la “americanidad” de Hammond queda fuera de toda duda gracias a este sello musical que, de paso, le va muy bien a su dimensión religiosa. No en vano es un enviado de Dios; un moderno San Gabriel.

 

Director y compositor no dan puntada sin hilo. Para que quede bien claro que el protagonista está empeñado en redimir a la clase obrera, el Glory, Glory, Hallelujah tendrá también una versión sindical, que es la que cantan los trabajadores en sus marchas. Una vez convertido el himno en un tema no diegético, asociado a Hammond, tenemos ya transformado a este personaje en un mesías que no dudará en dar su vida por la patria americana.

 

Glory, Glory, Hallelujah será también entonado por un coro fantasmal de agradecidos ciudadanos congregados frente a la verja de la Casa Blanca. También se escuchará cuando aparece el Presidente tras haber obligado a firmar, bajo amenazas, un tratado de paz a todas las naciones. En resumen, este himno legitima moralmente al dictador ante el espectador ya que Dios y los trabajadores están de su parte.

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La película anticipa aspectos de lo que será el New Deal, programa impulsado por Roosevelt desde 1933 a 1938 para reactivar la economía con reformas del sistema bancario, medidas de protección social, garantías de una moneda fuerte, obras públicas, protección a los sindicatos y derogación de la Ley Seca, que tantos problemas generaba con la mafia.

 

La exigencia del pago de la deuda a los países europeos es otro asunto que relaciona ficción y una realidad histórica que había sucedido tras la Primera Guerra Mundial y volvería a suceder después de la Segunda. Esta exigencia da pie a una escena en la que Hammond muestra el poderío militar a los representantes europeos para intimidarles y darles a entender que ha nacido un nuevo orden con EE.UU. como protagonista absoluto.

 

Siguiendo la lógica de cualquier relato mesiánico, la película culmina con la inmolación del presidente. Su corazón no aguanta y cae desplomado, justo después de estampar su firma en el tratado. Un poco después, muere recostado en un diván de su despacho, mientras suena un elegíaco tema interpretado por trompas que, como todo el mundo sabe, son instrumentos que expresan muy bien el espíritu heroico. En este tema final el compositor cita muy claramente la frase inicial del Va Pensiero de Verdi, uno de los himnos más nobles y conmovedoras que jamás se han escrito.

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