La vida misma, de Dan Fogelman, no tiene una trama complicado, sino más bien confusa y, a veces, dificultosa de seguir sin perderle el ritmo. Fue esto lo primero que pensé al revisar las críticas globales que la cinta recibió luego de su preestreno en el Festival de Toronto de septiembre de este año. Y la mayor cantidad de comentarios que argumentan el fracaso de la cinta, recurren a cuestionar el factor dramático y emocional de la película; pero ese es precisamente el gran acierto que el director consigue.

 

Cruzando historias, varias décadas, y distintos personajes, Life itself narra el amor desde una perspectiva que enhebra los accidentes de la vida, las casualidades que marcan rumbos y todos los detalles que por mínimos que puedan ser, confieren un valor incidental para que el amor retoce. Con locaciones que van desde Andalucía, en España, hasta varias calles norteamericanas, el argumento demuestra la fuerza del destino a la hora de juntar a dos amantes perdidos. Con un reparto de bastante peso con actores como Olivia Wilde, una ocasional aparición de Samuel Jackson, o Antonio Banderas, la transmisión de emociones, de amores, y de angustias, sí carga la película de una serie de emociones que llevan a sentir de la mano con los personajes y sus dramas propios y colectivos.

 

La banda sonora estuvo detrás del compositor argentino Federico Jusid, el mismo que estuvo detrás de interesantes propuestas como Órbita 9, la primera producción de Netflix en Colombia con una alianza colombo-española. Las composiciones de Jusid se caracterizan por piezas menos matizadas que apuntan a incidir en una sola de las características de la cinta: no generan una propuesta que abarque los momentos cómicos, tristes, alegres, sino que crea y focaliza piezas en torno a un solo eje. En este caso, como era de esperarse (y resultaba necesario) Jusid produce una composición dramática y enteramente emotiva que induce a la profundidad dramática bastante cargada que la sola historia nos muestra. La función del compositor es reforzar dicha sensación de angustia emergente y no permitir que se debilite. Teniendo en cuenta las referencias sonoras que surgen desde la trama, como Bob Dylan, el artista sabe compaginar su producción original junto con las canciones del mismo.

 

En un balance general, Life itself es una historia profunda, con una gran narración y una propuesta visual muy meticulosa que se encarga de conectar todos los detalles, por más insignificantes que parezcan: una oliva, una sándwich de maní y jalea, o una caja musical. Todo en esta película está articulado para demostrar que ninguna cosa en la vida es casualidad, lo que la hace una cinta muy interesante.