Más fuerte que el destino (Stronger) está basada en la historia real de Jeff Bauman, el hombre que se convirtió en símbolo de fuerza, recuperación y esperanza tras el atentado de la maratón de Boston en 2013. Bauman, una de las víctimas afectadas directamente, pierde sus piernas a causa de la explosión y se ve envuelto en una historia de superación personal, de un drama que se inmiscuye en el desorden de su vida y la necesidad de encargarse de su responsabilidad para atender a su bienestar propio. La historia fue adaptada por David Gordon Green, quien se adentra en los aspectos personales del protagonista haciendo evidente el contraste entre el medio y el público quienes lo endiosaban como héroe, como estrella, y sus sentimientos en soledad que reflejaban un ánimo ligado al trauma de la explosión. La película está adaptaba de la novela titulado bajo el mismo nombre y contó con la participación y desarrollo de su autor, el mismo Bauman.

En dramas como el que se reseña es importante notar el valor retórico de los distintos elementos que componen el filme. Dentro de todos, la composición de las imágenes, el uso de tonos fríos para acompañar las escenas de choque emocional, la debilidad y desesperación que manan del personaje y su ironía ante la vida, las diferencias con su familia, el humor que se apetece cruel y, por supuesto, lo que nos cuenta la banda sonora. ¿Qué nos dice? La composición estuvo a cargo de Michael Brook. Como en casos anteriores y bajo el encargo de dramas tan conmovedores como la historia en cuestión, el papel de la banda sonora se presta más como un acompañante que ayuda a matizar esas representaciones del dolor y la crudeza de la realidad y no como un protagonista de la historia. Es así como la misma podría pasar desapercibida en la película, porque se siente como un elemento esencial para contar la historia que no sobresale pero que es inseparable: toda la composición es lenta, en escasas ocasiones alcanza ritmos más aceleradores, y utiliza notas agudas y melancólicas que inducen al espectador en ese estado de compasión y empatía con el sufrimiento de Bauman.

El trabajo de Brook logra marcar la esencia de la película que por sí sola ya es triste pero que bajo dicha composición alcanza una magnitud y una complejidad en las emociones que suscita, que las personas no tenían algún vínculo con el acontecimiento, pudieron sufrir junto a Bauman en los 116 minutos que dura la película.