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Psicosis - Bernard Herrmann

Por: Camilo Arias

La música que compuso el gran Bernard Herrmann para  Psicosis (1960) puede considerarse, en un consenso masivo, como la más aterradora de la historia del cine. La violenta sonoridad que emana de esta banda sonora representa un punto de inflexión para la filmografía asociada al terror. Cada decisión tomada para la concepción de esta tenebrosa suite contribuye a una turbia experiencia auditiva para quien se enfrenta a la película por primera vez.

 

Algo de lo que no se suele hablar y que sin duda cumple un papel importante en el resultado de la banda sonora es la influencia del bajo presupuesto que se tenía para su creación. Una orquesta de cuerdas reducida, capturada con técnicas de grabación cercanas, permite escuchar con mucho detalle la fricción producida por el arco y las cuerdas, un sonido áspero y punzante que se acomoda perfectamente a la trama. Aparte, da la impresión de que fue grabada en un recinto bastante pequeño, sin mucho espacio para que las ondas sonoras reboten y generen esa sensación de profundidad. La crudeza con la que termina registrada la interpretación de cada pieza musical es el resultado de aquellas limitaciones y, aunque el propio Herrmann justificara esa paleta sonora reducida como una relación estética asociada al blanco y negro de la imagen, pareciese una apuesta en la que el timbre de la música complementa el concepto narrativo de la película.

Un análisis macro nos permite entender que Herrmann plantea una dualidad musical en la que maneja atmósferas de suspenso y quietud que funcionan como preparación para las secuencias más turbulentas. La tensión y el reposo son el punto de partida para entender la fluctuación emocional que ocurre al digerir la historia. Un hecho particular es que el puro principio comienza por lo alto, si hipotéticamente se trazase una curva imaginaria para representar esos clímax generados por la música, los picos más altos estarían registrados desde que aparece el título en pantalla. Al sonar el “Preludio”, tema con el que empieza la película, ya el espectador se enfrenta a música con bastante movimiento, una pieza cargada de información musical de la que se derivan casi todas las demás. Esto es clave, porque de entrada te están entregando los “ladrillos” con los que se construye la banda sonora, una especie de spoiler auditivo que te da algunas pistas de lo que se escuchará más adelante.

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El Preludio como carta de presentación, aprovecha su denso desarrollo para ejercer como un sacudón, cuyo impacto dificulta asimilar el silencio posterior. La quietud se convierte en un constante estado de incertidumbre. El exhaustivo uso de células rítmicas superpuestas producen patrones anormales, difíciles de digerir para el espectador. Steven Deutsch en su artículo “The Orchestration of Anxiety” hace un análisis detallado de esta misma banda sonora enfocado en relacionar sus propiedades musicales con la forma en que el cerebro las percibe y concluye que este tipo de recursos musicales son usados para evocar peligro.

Más allá de ese componente rítmico tan pronunciado, aporta una ambigüedad tonal que descoloca el oído común. La tonalidad como elemento crucial en la caracterización sonora de una pieza musical, o el tipo de emociones que esta genera, en este caso tiene la función de confundir. La elección de las notas del primer acorde que escuchamos y la relación entre sus intervalos forman un acorde extraño, el resultado de la cantidad exacta de consonancia y disonancia, como si de una receta estuviésemos hablando. Ese misterio tonal, a simple escucha indescifrable, siembra la incomodidad derivada de lo desconocido. Y es que cada  intervención musical se caracteriza por estar construida de una forma bastante coherente, en la que cada nota hace parte de una idea cuya función es hacerle sentir al espectador el mismo miedo de la protagonista.

 

Desde la partitura se ven indicaciones para ejecutar con alto grado de intensidad, casi con violencia. Los pasajes más rítmicos tienen acentos marcados en lugares específicos y se especifican técnicas como la ejecución muteada (con sordina) que refuerzan la contundencia de cada golpe de arco. El Staccato que corta abruptamente la duración de cada nota, es un recurso con un aporte importante como sello característico dentro del contexto musical. La explotación de los extremos tonales reproducibles por los instrumentos de cuerda son otra forma de contribuir al sutil arte de incomodar. Los registros más agudos del violín, interpretados a altas dinámicas, pueden volverse un sonido insoportable. Esos tonos tan altos aporrean el oído, y más si los intervalos son disonantes. 

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Todo esto combinado, golpes secos y agudos, es lo que se usó en uno de los temas más famosos, titulado “The Murder” o su variación “The Knife”, asociado a la mítica escena del asesinato en la ducha. Muchos autores en la bibliografía que analizan la música de Herrmann han especulado sobre lo que pueden significar estos recursos musicales respecto al contexto de la película. A menudo se relacionan con la colección de pájaros de Norman Bates o los gritos de Marion. La deducción con más coherencia narrativa es la relación entre estos sonidos agudos y el filo del cuchillo. Los violines usados en sus límites del registro más alto reproducible, adquieren una sonoridad con un timbre muy similar a lo que comúnmente, en términos sonoros, asociamos a elementos afilados. El cuchillo como un objeto inanimado que cumple un papel fundamental en dicha escena cobra vida a través de estos pulsos vigorosos e inquietantes. Incluso, no resulta descabellado  referenciar ese gesto musical con el ejercicio de apuñalar, como si se hiciese una traducción a partitura de esa secuencia. Dicha analogía tiene todo el sentido, tanto que otros autores, en rigor, ponen sobre la mesa un dato particular en el que equiparan el número de notas ejecutadas con la cantidad de puñaladas que la protagonista recibe. 

 

Psicosis significó la evolución del cine de terror poniendo al ser humano en su condición más violenta como eje del miedo, dejando en otro plano cinematográfico los monstruos y las bestias de los años anteriores. Esa violencia, atravesada por  situaciones turbias y problemas mentales, se puede escuchar en cada pedazo de música. Se dice que un gran porcentaje del éxito de la película fue gracias a la banda sonora, el mismo Hitchcock reconoció este hecho, luego de que la producción no convenciera por sí sola. Esto evidencia que la dupla Hermann/Hitchcock estuvo cargada de aciertos y fue bastante funcional mientras estuvo vigente, dejando un legado audiovisual valioso dentro del que destaca una de las mejores películas de terror de todos los tiempos.

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